MASONERÍA Y DEMOCRACIA EN EL SIGLO XVIII
Como fenómeno social la masonería y
las sociedades secretas marcaron de una manera decisiva la Ilustración, y
jugaron un papel muy importante en el absolutismo ilustrado. Las notas
estructurales comunes de la masonería representan una reacción específica
frente al sistema del absolutismo ilustrado. Diversos grupos como la nobleza
antiabsolutista, la burguesía financiera y los filósofos, que gozaban de
reconocimiento social, pero que en parte carecían de influencia política y
no encontraban un espacio adecuado en las instituciones existentes en el
Estado absoluto, se reunían en lugares no políticos, como bolsas, cafés,
academias, clubes y salones, en bibliotecas y sociedades literarias para
cultivar el arte, la cultura y la ciencia.
El potencial democrático existente
en las logias, comienza a desarrollarse manifestándose no solamente en la
nivelación estamental, en la realización de la igualdad social en las logias
y en el principio de humanidad, sino también en la autonomía de su
organización y de su administración, en la que pueden reconocerse formas
relativamente acusadas de formación de la opinión, y en una confesión
abierta en favor de la democracia.
La superación de las limitaciones
territoriales confesionales y sociales constituía una parte esencial del
pensamiento humanitario y social de la masonería. Ya en los “viejos deberes”
de 1723 se hace referencia expresa a que ningún hermano puede ser admitido
en ninguna logia o reconocido como miembro de la misma sin haber sido
aceptado unánimemente por todos los hermanos de las logias. También en la
«Enciclopedia económica» Johann Georg Krünitz insiste en que todos los
miembros de la masonería son hermanos y que no se reconocen diferencias
debidas a la lengua y el vestir, las opiniones, la dignidad, el estamento, o
la calidad. En los folletos de la época se encuentra a menudo el tema de la
igualdad de los hombres, indicándose que una de las grandes ventajas de la
masonería constituye el que fomenta la convivencia entre los diferentes
estamentos.
Estos inicios democráticos se
muestran especialmente en el postulado masónico, de la igualdad natural de
todos los hombres que en todo caso, como ya hemos indicado antes, se
encuentra en oposición a la desigualdad de hecho existente en la sociedad,
algo que los ilustrados aceptaban generalmente como algo forzoso. Esta
actitud cambia sólo después de 1789; entonces una parte de los masones cree
que la igualdad también tiene que ser impuesta en la realidad política para
ayudar a que se abran paso los fines humanitarios y masónicos. Este camino,
sin embargo, es ambivalente: algunos respetan todavía el marco de las
reformas ilustradas, mientras que los miembros de las logias más radicales
no rechazan en un principio transformaciones revolucionarias.
Los estatutos de la masonería, que
no se diferencian apenas en sus puntos esenciales; estaban orientados, por
lo que hace a sus principios fundamentales, a la igualdad de derechos de
todos sus miembros. Las decisiones importantes, como por ejemplo la
recepción de nuevos miembros, la elección de ciertos cargos internos y el
cambio de estatutos eran cosas que se decidían por todos los miembros en
asambleas que tenían lugar regularmente. Estos gérmenes democráticos son muy
notables si tenemos en cuenta, que no existían en otros sectores sociales y
políticos de una sociedad todavía absolutista y feudal.
Los estatutos garantizaban la
igualdad de los hermanos sin que jugase ningún papel importante su
estamento, su origen y su confesión. De esta manera, por primera vez, se
creaba la posibilidad de que hombres de diferentes estamentos y profesiones
tuviesen igualdad de voto en las logias y que pudieran manifestar libremente
sus opiniones.
En este contexto son importantes las
complejas relaciones de la masonería con la revolución y con el jacobinismo.
Las logias en la ilustración tardía y al comienzo de la Revolución Francesa no constituían ni centros de conspiración, ni comités ideológicos, sino
que eran, en primer lugar puntos de encuentro, áreas de discusión y centros
de comunicación, sitios de contactos personales para intercambio de ideas y
de escritos, lugares donde se lanzaban y se transmitían las ideas de
la Ilustración. En este sentido, la masonería
participó directa e indirectamente en la preparación espiritual e
intelectual de la revolución a través del compromiso cultural, humanitario,
y social de sus miembros, sobre todo teniendo en cuenta que las
circunstancias sociales y políticas del Antiguo Régimen y del Despotismo
Ilustrado, a pesar de las reformas, seguían en contradicción con los
objetivos filantrópicos y éticos masónicos.
Evidentemente, la masonería
rechazaba por principio la subversión revolucionaria y el uso de la
violencia para lograr cambios sociales, ya que prestó siempre una clara
confesión aceptando el orden establecido. Sin embargo, no estaba dispuesta a
excluir a los hermanos que habían participado en una rebelión. De esta
manera, por ejemplo, en una noticia y escrito apologético masónico del año
1738 se dice: “Un masón es un súbdito pacífico del poder civil ... y jamás
se dejará mezclar en tumultos y conspiraciones contra la paz y el bien de la
Nación”. En otro lugar se insiste en que: “Cuando, sin embargo, un hermano
se alce contra el Estado, no debe ser en absoluto apoyado y fortalecido en
su rebelión, por el contrario debemos compadecerlo como un hombre infeliz, y
los hermanos no deben participar en su rebelión y no dar al gobierno ningún
motivo de recelo de suponer conspiración contra el Estado, sin embargo, no
debe ser expulsado de su asociación o logia y su relación con la misma sigue
siendo indisoluble”. Evidentemente, la masonería condenaba cualquier cambio
violento del orden existente pero no aceptaba todo orden establecido, sobre
todo cuando se encontraba en contradicción con los objetivos y las
aspiraciones masónicas.
Con su defensa de la tolerancia y de
la libertad, así como con sus esfuerzos por elevar la educación general,
desmontar los privilegios estamentales, y suprimir las injusticias sociales,
se aproximó mucho a la Ilustración política tardía y a la primera fase de la
Revolución Francesa. La extensa unión de masones y jacobinos se confirma
además al constatar que casi todos los demócratas revolucionarios de Europa
central que conocemos, aparecen en las listas de miembros de logias
masónicas.
Los ilustrados y masones liberales,
contribuyeron evidentemente a desarrollar la conciencia crítica de la
sociedad en que vivían, pero no desarrollaron ninguna estrategia y táctica
posible o practicable para la revolución. Es verdad que la masonería
insistió siempre en que no perseguía fines políticos, sin embargo, gran
número de hermanos en la segunda mitad del siglo XVIII, se encontraba en
posiciones, sociales y políticas muy influyentes.
Extractado de: Helmut Reinalter,
“Masonería y Democracia” (Universidad de Innsbruck), en J. A. Ferrer
Benimeli (coord.), Masonería, Política y Sociedad. Actas del III
Symposium de Metodología aplicada a la Historia de la Masonería Española,
Zaragoza, 1989, Vol. I, pp. 55-72.
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